¿Por qué decidimos transformar Deluz y Compañía en una organización TEAL?

«En julio de 2017 decidí parar y leer, buscar soluciones, buscar otras luces. Siempre que podía, sacaba un par de horas para leer libros sobre gestión empresarial. Cuando el día a día me volvía a comer, dedicaba algún fin de semana a la lectura. Intenté alejarme un poco de la queja diaria, de la cara de agotamiento que tenían todos. Sabía que mi escucha ya no servía, ya no solucionaba nada. Intuía que el problema era estructural de grupo, de cómo era nuestra organización grupal»

En 2016 participé en un equipo de facilitación grupal. Miguel Arce, que impartía el curso, había vivido en una casa comunitaria durante 20 años, y durante ese tiempo había pensado en reglas, modos, prácticas para que un grupo se mantenga sano y con fuerza para vivir y desarrollarse. Había mucha sabiduría en su curso. Vivimos en una sociedad donde no nos han educado ni enseñado que muchos de nuestros problemas son grupales. Hoy en día se pone más énfasis en la responsabilidad individual y en que puedes hacer todo para curarte. Te cuentan que puedes cambiar tu vida, te dicen que no tienes límites, que los límites son los que te pones tú. Pero no nos hablan de cómo nos afecta el grupo, de la energía que nos da o nos roba, de cómo nuestra felicidad está muy relacionada con nuestra vida en comunidad.

Los responsables últimos de cómo vivimos en grupo y cómo afecta a nuestras vidas no quieren cambiar; quieren preservar su poder aunque provoque sufrimiento. A veces no saben cómo hacerlo ni son conscientes ya que no está en nuestro aprendizaje. No quieren dar poder al grupo para mantener ellos su verticalidad.

Cambiar las reglas de juego sería cambiar el poder, y los poderosos no quieren ceder o perder el mando, o no saben cómo hacerlo. No saben que distribuyendo el poder de otra manera y cambiando el concepto se puede llegar a ser incluso más poderoso. A muchas personas en puestos de responsabilidad también les hace infelices ese poder y la gestión del mismo. Pero de todo esto casi no se habla, casi no se lee, no está en los foros. Cuestionar esto es adentrarse en las entrañas del sistema actual.

En aquel curso empecé a intuir que nuestros problemas eran grupales. Pero como Miguel era tan comunitario, no conocía el mundo empresa, no hablaba nunca de ningún ejemplo de empresa y carecía de energía empresarial, me costó imaginarme o trasladar aquel conocimiento a la realidad diaria de Deluz y Compañía.

«Cambiar las reglas de juego sería cambiar el poder, y los poderosos no quieren ceder o perder el mando, o no saben cómo hacerlo».

Ese año también me apunté a biodanza para intentar equilibrar mis desajustes corporales. En biodanza, como en los cursos de Miguel Arce, siempre empezábamos en círculo diciendo una palabra o una frase de cómo estábamos, de cómo nos sentíamos. Y comencé a quitarme la vergüenza grupal, a sentir que escuchar unas palabras del estado emocional de otras personas era una práctica bonita, conocer sus emociones y llegar a querer y comprender a esas personas a través su contar. En el cine solo había visto esas prácticas grupales en terapias de grupos tipo alcohólicos anónimos. Creo que culturalmente relacionamos el compartir nuestro ser en grupos a terapias de gente con problemas de adicciones. Y empecé a escuchar la palabra crecimiento personal y a escuchar muchas voces que contaban su proceso de crecimiento personal.

A veces me sentía mal por dejar el trabajo a la seis de la tarde e irme a biodanza, pero siempre le contaba a mi hermano que intuía que esta actividad me iba ayudar en el trabajo, que todavía no sabía cómo, pero que me iba a servir para nuestro proyecto de empresa social. En las clases aprendí también a tomar consciencia de la energía individual y de cómo iba cambiando en función del movimiento, de los otros. Y sobre todo, aprendí a sentir conscientemente la energía grupal y cómo esta también modulaba dependiendo de la música, del sentir del grupo, de la energía que traía cada persona.

 

Continuaba buscando en la lectura, pero no encontraba. Leía a gurús del management con los que no conectaba. Me parecían vendehumos o sistemas de la gran empresa multinacional de objetivos que yo ya había comprobado que no funcionaban en nuestro proyecto de empresa. Seguía pensando que lo más interesante que había leído hasta ahora eran los libros de Koldo Saratxaga y que había descubierto hace ya muchos años. Koldo tiene un libro interesante que se llama Otro estilo de relaciones.

Hacía años que había intentado aplicar el método de Koldo —en el año 2008, creo recordar—. Pero no lo logramos por varios motivos. Uno, porque lo hicimos sin ayuda de ninguna consultora especializada en estos métodos; en este caso no llamamos a Koldo. Y en segundo lugar, lo hicimos sin el método de reuniones colaborativas, sin procesos TEAL, sin trabajar con el método de la inteligencia colectiva y sin dar espacio al sentir de las personas y a expresar la gratitud.

Koldo ha sido el precursor de la empresa social en España, es un maestro al que es un lujo escuchar y conocer. Y tiene un mérito enorme haber aplicado estos métodos hace tantos años y habernos enseñado el camino a otros. Yo le estoy enormemente agradecida, y recomiendo leer su libro y conocerlo personalmente. A estas alturas me arrepiento mucho de no haber llamado a Koldo en aquellos años y haberle pedido ayuda para implantar el cambio. A estas alturas estoy segura de que tendría muchos menos créditos por pagar a los bancos si hubiese contado con su ayuda. Y menos arrugas.

Y volví a leer a Koldo; me seguía fascinando, pero me faltaba algo. Además, como ya lo había intentado hace años sin éxito, sentía que tenía que buscar más. Leí sobre la holacracia, pero me pareció un libro denso de entender, muy centrado en los procesos, interesante en algunos aspectos, pero que no abarcaba tampoco la totalidad del ser y de la empresa. Se me quedaba cojo y no me dio aliento, deseo, impulso de hacer un cambio a ese método.

Seguí leyendo y di con el libro inspirador, con el libro con el que conecté, con el libro que me ha cambiado la vida y la de Deluz y Compañía. Reinventar las organizaciones, de Frederic Laloux. Es un libro que ordena el pensamiento porque explica y estructura muy bien las formas en cómo nos hemos organizado los humanos y a dónde nos ha llevado. Es un ensayo de investigación sobre organizaciones TEAL en el mundo. Es un libro que te hace tomar conciencia de dónde estás como organización, te resalta, subraya, delata la importancia que tiene el cómo nos organizamos en el resultado del bienestar, malestar, decadencia… de las personas que forman ese grupo y en la viabilidad económica. Relata ejemplos de organizaciones y empresas que, con una nueva forma de organizarse adaptada a una nueva era de conciencia, consiguen organizaciones y empresas donde las personas son más felices trabajando y donde tienen mejores resultados económicos.

Para mí es un libro de gestión empresarial holístico, como la medicina holística, que contempla a la organización como un ser en su totalidad y con su complejidad y con las personas que forman esa organización. Es un libro que te aporta metodología para llegar a convertirte en una organización TEAL, habla de la inteligencia colectiva, de la resolución de conflictos, de la toma de decisiones por consejo, de prácticas de expresión de gratitud. De prácticas de cómo las personas se sienten en su plenitud porque pueden expresar su ser y de cómo todas esas prácticas, y otras que comentaré más adelante, aplicadas en ejemplos concretos de empresas, han convertido esas organizaciones en empresas donde las personas sienten orgullo y felicidad al trabajar allí, y son sostenibles económicamente.

Es el libro que yo buscaba, el método que me hacía creer en que era posible que una empresa social fuese viable económicamente. El que me inspiró, me dio fuerzas para intentar el cambio y abandonar mis pensamientos derrotistas. A Frederic Laloux le estoy eternamente agradecida. Creo que, al igual que Koldo Saratxaga, son precursores y validadores de que otro modelo de empresa es viable. Y el mundo necesita con urgencia otros modelos de empresa.

«Cambiar las reglas de juego sería cambiar el poder, y los poderosos no quieren ceder o perder el mando, o no saben cómo hacerlo».

Leí el libro varias veces y seguí buscando en esa línea otros libros, pero no encontré nada tan interesante. En el libro de Frederic creí hallar la herramienta y el modelo para resistir y sacar adelante una empresa sin tener que trampear, acabar haciendo dinero B o quitar de aquí y allá, un poco a unos y otros; el modelo para no caer en una degradación del alma a lo Dorian Grey. Esos modelos de explotación quizás dan dinero al empresario, pero le alejan del amor, de la belleza, de la bondad. Y eso es precisamente el tesoro de la vida, el elixir.

En el libro de Frederic vi la manera de resistir a los fondos buitre, a no caer en las redes de la especulación. A volver a nuestra plenitud, a resistir, a demostrar que otra economía es posible, a sacar la empresa adelante por su propia sostenibilidad y no haciendo dinero con proyectos de especulación que tanto dañan el mundo y las almas.

Esos modelos de explotación quizás dan dinero al empresario, pero le alejan del amor, de la belleza, de la bondad. Y eso es precisamente el tesoro de la vida, el elixir.

El libro de Frederic es un faro para todas aquellas empresas que navegan en alta mar con las mareas del mercado, sin piratear. Es un mapa para que todas las pequeñas y medianas empresas puedan seguir disfrutando de sus veleros y no acaben en los astilleros aniquilados por los gigantes transatlánticos de multinacionales especulativas. Es una guía para que las empresas familiares no estemos abocadas al cierre tras cada cambio de generación.

Para nosotros no había otra vía. El único camino era hacer una apuesta total, intensa y profunda por el modelo de Frederic. La otra opción era continuar como hasta ahora y acabar cerrando la empresa. O caer en manos de los fondos, vendiendo un poco nuestra alma al diablo, con peligro de no retorno, de la muerte de la juventud y de alejarnos de esos grandes tesoros que son el amor, la bondad y la belleza. O empezar a piratear, y para eso preferíamos vender o cerrar. 

Frederic me sacó de los pensamientos derrotistas, acomodaticios, individualistas. Frederic me contó al oído, como se habla a un amor, que sí era posible ser una empresa social y ser viable económicamente, y que aquello en lo que habíamos fallado era en nuestra manera de organizarnos, pero que si cambiábamos a gestión TEAL nos iba a ir mejor económicamente y vitalmente. Nos susurraba que iban a desaparecer esas miradas de agotamiento que tanto me preocupaban. Todo lo que cuenta Frederic en su libro tiene sentido común, así que le seguí con fe ciega.

 

Por casualidades de la vida ese año conocí a Eva Miguélez, santanderina y residente en Barcelona. Periodista, inquieta, inteligente, con mirada global, local, profunda y veloz. La conocí por el proyecto personal que desarrolla con su padre, Miguel Ángel Miguélez, El Tomavistas de Santander. Eva forma parte de Ouishare, una organización que funciona bajo el modelo TEAL y que, además, trabaja como consultoría para ayudar a otros colectivos a cambiar su modelo organizativo a TEAL.

En noviembre de 2017 impartió un taller a Deluz y Compañía sobre cómo comunicarnos mejor. Hasta ahora habíamos intentado comunicarnos unos pocos por Slack, pero había sido un fracaso; casi nadie lo utilizaba. Eva empleó la metodología de la inteligencia colectiva para llevarnos a todas las personas que formamos parte de Deluz y Compañía a co-crear cómo queríamos comunicarnos y qué queríamos comunicar. Entre todos, camareros, limpiadores, cocineros, economistas y demás personas de la empresa, diseñamos, pactamos y construimos nuestro proyecto de comunicación.

A partir de ese taller empecé a ver cómo nos empezábamos a comunicar de otra manera, empezó a funcionar Slack y empezamos a utilizarlo porque salió de un pacto colectivo y no de una imposición vertical nuestra. A la periodista que trabaja con nosotros le empezaron a llegar más historias vividas de los restaurantes y empezamos de alguna manera a resucitar porque se empezaba poco a poco a salir del silencio, se empezaban a escuchar voces, historias. El taller les encantó a todos los asistentes, no hubo críticas y todos afirmaron que les había gustado participar. Fue un día de inteligencia colectiva pura y dura, de co-creación.

Eva Miguélez me enseñó, me hizo ver lo obvio, lo básico, lo olvidado, el poder de abrir cauces de participación y el poder que se consigue con la implicación a través de esa participación. A Eva le debo la enseñanza de la metodología que funciona hoy en día, la que adoran los jóvenes y los mayores, la que nos empezó a cambiar la empresa hacia un modelo sostenible, humana y económicamente.

Después de este taller, de haber leído tres veces el libro de Frederic y de volver a leer los libros de Koldo Saratxaga —que, después del de Frederic, es el libro de empresa que más nos ha influido a mi hermano Carlos y a mí—, tenía claro que en enero de 2018 íbamos a empezar con intensidad, ilusión, urgencia y con trabajo e inversión el cambio para convertirnos en una organización TEAL.