La vuelta a lo antiguo nos lleva al fracaso
«El camino de la autogestión se va haciendo poquito a poquito. Son vías por las que no nos han enseñado a transitar, están desiertos, casi vírgenes. Hay matorrales que hay que saltar, malas hierbas que hay que cortar y senderos que nos llevan de vuelta al bosque frondoso. Son caminos tan libres que a todos nos fascina caminar por ahí; queremos seguirlos. Una vez que echas a andar, no quieres volver a los caminos guiados, a las normas establecidas por esos otros de arriba, esos caminos en los que no has puesto nada de tu alma y que transitas sin sentir, simplemente por ese puro deber de trabajar, por esa necesidad de ganar un salario»
Pero caminas sin sentir el sol, la luz, sin poner tu energía en el caminar, caminas frío, sin bailar, sin alegría, mecánicamente, sin pensar, viviendo ese vivir que te obligan a vivir. Viviendo por cubrir una necesidad. Trabajando por necesidad, pero sin poner tu ser, tu alma, tu inteligencia, tu creatividad, porque las estructuras jerárquicas te cierran esa posibilidad.
Cuando empezamos a caminar en enero y pusimos la regla de que cualquier persona podía tomar una decisión por consejo, algunas personas no lo entendían y en otras cundió un poco el temor. ¿Si cualquier persona podía tomar una decisión, nos iba eso a llevar al caos, al desorden, a la ruina?
En septiembre, después de ocho meses caminando con los pasos de las organizaciones TEAL, vimos que no había ningún caos, que nadie había tomado una decisión arriesgada que pusiese en peligro a la organización. Al revés, detectamos que nos faltaba más iniciativa para poner en marcha proyectos, para tomar decisiones, para hacer cambios puntuales, para que más personas de Deluz y Compañía tomasen más determinaciones por consejo. Seguíamos carentes de la energía de la iniciativa. La teníamos que entrenar y educar. Teníamos que recordar que teníamos libertad para usar esos músculos que durante tantos años de nuestra vida habíamos atrofiado tanto. Acabar de comprar esa cafetera que nadie compraba, parar esos pinchos que no gustaban, continuar con proyectos como la elaboraciones de jabones con los posos del café, etcétera.
Después del verano, sentimos que nos encantaba caminar a todos por esos senderos de la autogestión, empezábamos a vislumbrar las cumbres que podíamos subir. Nos estábamos enamorando del viaje, queríamos continuar, avanzar, pero necesitábamos un poco de ayuda para seguir, para que nos ayudase a construir nuestro mapa de la autogestión. Necesitábamos otras miradas, que nos ayudase a mirarnos y a seguir mirando al mundo.
Llegamos a la conclusión, en un proceso de inteligencia colectiva, de que nos hacía falta ejercitarnos en el feedback. En ese aprender a decir y expresar la voz del conflicto, esa que a veces nos cuesta decir al otro por miedo al rechazo, a que no nos quieran, a generar conflicto, por esa educación ancestral en no entrar en lo incómodo, en dejar pasar, en no hablar.
Para subir un poco más la montaña de la autogestión y coger oxígeno nos hacía falta que nos ayudasen a conectar por nosotros mismos y ejercitar iniciativas y feedback. Hicimos este taller en noviembre de 2018 con Ouishare. Cogimos machetes para las malas hierbas, prismáticos para ver a lo lejos, agua para aguantar las caminatas, víveres para disfrutar el camino, cuadernos con palabras escritas para leer en caso de pérdida. Nos dimos un poco de impulso para seguir esta nueva etapa, que vamos diseñando entre todos poco a poco.
En noviembre nos dimos cuenta de que, a veces, todos nos volvíamos a perder en el bosque y tardábamos muchas horas en regresar a los senderos donde, mientras caminas, vas visualizando las colinas. Que a veces volvíamos a intentar cambios y por alguna razón nos agotábamos y no salían bien, no se conseguía el resultado. Nos pasó, por ejemplo, con el cambio de la carta de La Carmencita.
En septiembre, después de
ocho meses caminando con
los pasos de las
organizaciones TEAL, vimos
que no había ningún caos,
que nadie había tomado una
decisión arriesgada que
pusiese en peligro a la
organización
Se hizo un cambio con el fin de acortar la carta, para que el cliente tuviese una oferta más cambiante y viva cada semana, que el equipo de cocina tuviese menos cantidad de platos que elaborar y ganase en productividad y perdiera estrés. Un cambio para que hubiese menos mermas y bajase el coste de materia prima. Pero no se ha conseguido ningún objetivo. Fausto y Carlos tenían la sensación de que el cambio había sido más participativo: se había diseñarlo con José y Salva, responsables de la cocina de La Carmencita —otros años se hubiesen sentado a hacerlos solos—. Sin embargo, no se preguntó al grupo que quién quería participar de manera voluntaria, no se involucró y se pidió participar a personal de sala y de limpieza, y no se convocó al personal central al servicio, es decir, a la diseñadora gráfica, a la periodista, al economista, etcétera. No se hicieron reuniones correctoras para ver cómo iba el cambio, para equilibrar tensiones, para solucionar problemas.
A los dos meses, el equipo volvía a estar agotado, estresado y con sensación de fracaso en el cambio. Este fracaso nos llevó a la conclusión de que, para avanzar en el camino de la autogestión, teníamos que procesar pasos que habían sido un éxito para que nos ayudasen a no desviarnos del camino TEAL y de la autogestión y volver a prácticas antiguas.
Otro ejemplo de volver a prácticas viejas verticales que han generado conflicto y desgaste ha sido causada por mí y por esa falta de procesos. Me llamaron para comunicarme que una cocinera de La Vaquería Montañesa, Marlene, dejaba la empresa porque tenía un conflicto con la responsable de cocina y ya se había buscado otro trabajo. Es una mujer que cocina muy bien, con pasión y con ese arte de cocinar rico. Era una cocinera responsable y alegre. Le llamé para preguntar qué había pasado y me habló sobre el conflicto con la responsable de cocina y me dijo que había encontrado otro trabajo de turno seguido de mañana más compatible con el cuidado de su hijo, en la empresa de su antiguo jefe. Por aquel entonces, el responsable de cocina de Celso y Manolo también había dejado el trabajo porque quería preparar una oposición y cuidar a su hijo. Tenía turno de mañana, no había nadie más en el restaurante que en ese momento quisiese ese turno. La responsable del local me había sugerido el cambio, hablé con Marlene y la ofrecí el puesto de Celso y Manolo. Por las urgencias, volví al sistema antiguo y tomé la decisión en solitario; solo lo consulté con la responsable del local, pero no pregunté al grupo de Celso y Manolo qué les parecía ni tampoco al grupo de La Vaquería Montañesa para expresar sus pensamientos y despedirse de Marlene. El resultado de un mal proceso fue una mala integración de la nueva compañera y todo el grupo de Celso y Manolo le rechazó. Como la presión del grupo fue tan fuerte, Marlene solicitó la baja voluntaria de la empresa y se fue definitivamente. Hemos perdido a una gran cocinera con mucho talento. El error fue un mal proceso de organización TEAL.
Para no volver a cometer estos fallos, que tanta energía nos quitan, quedamos en hacer en enero de 2019 un trabajo para procesar los sistemas de trabajo TEAL para avanzar más rápido y poder llegar a nuestras cumbres TEAL.