¿Cómo ha cambiado Deluz y Compañía en 24 meses?
Hablo muchísimo con mis compañeros. Desde la confianza y, como dicen los periodistas, off the record, me cuentan que estamos mejor. A esta frase le suele acompañar un «pero», y es que sabemos que aún nos queda un trozo de este camino para llegar a ser una organización TEAL 100%, siempre a nuestro modo —si algo tiene Deluz y Compañía es personalidad: para sus cartas, para sus vajillas, para sus recetas, para la decoración de sus bodas, para su comunicación con el exterior—. Esto es bueno. Saben que hay futuro, que hay una cima a la que llegar si seguimos escalando de este modo y con estas herramientas.
No todos los días son de sol en este camino. También los hay que llueve, que están grises, que se nos echa la niebla encima. Por suerte son pocos y en todos ellos acabas volviendo a ver el horizonte. Somos personas y nuestros estados de ánimo, nuestro cansancio o no, nuestros problemas personales nos afectan. Al fin y al cabo, viajamos cada uno de nosotros con una mochila que a veces pesa más o menos. Esto también es bueno, nos hace humanos. Soy de esas personas que no cree que sea posible dejar de lado tu vida personal cuando entras al trabajo. Los seis primeros meses de este 2019 fueron complicados para mí a nivel personal y aunque no me afectaron a nivel laboral, me di cuenta de lo importante que es tener compañeros en los que confías, con los que puedes desahogarte y compartir tus pesares. Compañeros que están dispuestos a aconsejarte y a hacerte favores para que tus problemas personales se solucionen. Eso también es TEAL y por mi experiencia en el mundo laboral, en el que ya cumplo 10 años aunque no de forma ininterrumpida, no siempre es así. No siempre se puede empezar una reunión diciendo que llegas estresado porque no has dormido en toda la noche porque tu hijo pequeño ha estado malo. No siempre puedes compartir tus sentimientos o llorar porque eres incapaz de pellizcarte más el brazo para dejar de hacerlo. Hay lágrimas que en realidad son muy bonitas por todo lo que significan.
A mí lo que más miedo me da de todo esto es pensar que estoy en una burbuja por mi compromiso con el cambio TEAL. Perder la perspectiva y creer que todo marcha bien porque yo siento que marcha bien. Dejar de escuchar las voces de los demás, hacer oídos sordos a las quejas. Perder la empatía con el resto de puestos de trabajos de mi empresa, donde hay días realmente duros. Y por eso hablo mucho con todos. Quiero saber qué piensan, cómo están, dónde encuentran las dificultades. Y lo pregunto de corazón, con los oídos y la mente bien abiertos. Para seguir con los pies en la tierra.
Creo que después de 24 meses Deluz y Compañía es otra organización. Estamos unidos, se respira tranquilidad, confianza, cariño. Creo que hemos conseguido cosas que no hubiese imaginado cuando empecé a trabajar aquí hace casi tres años. Hemos sacado adelante proyectos de gran envergadura con menos estrés, estando todos conectados, con la información sobre la mesa para quien quiera cogerla, sea quien sea, venga de donde venga.
He dejado de sufrir «mini infartos» mientras duermo por la inseguridad de no saber qué va a pasar con un proyecto, si la otra persona se ha enterado o por tener tanta carga de trabajo y estar tan desordenados que te acuerdas de algo que habías olvidado y era urgente. Obtengo respuesta ante mis dudas, aunque a veces tarde. Quizá la otra persona esté teniendo un día muy ajetreado o quizá esté dando un paseo porque realmente necesitaba desconectar.
Hemos mejorado tanto en la comunicación interna y externa que esto se merecería un monográfico. Cuando propuse adoptar Slack como medio de comunicación nunca imaginé que iba a ser tan potente, que iba a ayudarnos tanto, que entre todos construiríamos un canal de comunicación para nuestro día a día. Me acuerdo que antes hacía de vez en cuando un comentario entre risas: «Se me había olvidado abrir el email, ya decía yo que estaba muy tranquila». Pero así funcionaba: el día que se me olvidaba abrirlo nada más encender el ordenador, respiraba una falsa calma. El email antes de Slack era una herramienta de tortura. Imprevisible, estresante. Cada día recibía, no sé, 100 emails. Mensajes infinitos, no nos enterábamos de lo que decíamos. Eran conversaciones de besugos.
A nivel externo, me costó mucho encauzar los equipos de comunicación. Desesperada le decía a Lucía que no le interesaba a nadie, que solo me contestaban porque les caía bien y no querían hacerme el feo, pero que era una carga para ellos. Con paciencia y buena metodología, hemos conseguido crear dos equipos de comunicación en Santander y Madrid que a mí me fascinan por las ideas que tienen y por sus talentos para escribir, para narrar, para hablar delante de la cámara, para proponer, para la fotografía. Ha sido un descubrimiento y una lección que me gustaría que todos los periodistas de este planeta recibieran.
Creo que la semilla de la comunicación ya ha germinado y ahora son muchísimos los compañeros que de repente me envían una foto, me cuentan algo que ha sucedido interesante en el local o a alguien que han conocido. Además de sus trabajos diarios, que ya son complicados y absorbente per se, tienen la antenita de la comunicación siempre encendida.
En marzo publiqué en las redes de Deluz una foto de un brunch que había hecho Ion. Y de repente la gente empezó a comentar y a darle a ‘me gusta’ más de lo habitual. Les dije, como surfera en ciernes que soy, que había que coger esta ola. Remar muy fuerte al principio y luego pegar un salto, subirte a la tabla y disfrutar del impulso, de esa sensación de volar. Hablé con cocina, con sala, con eventos. Nos pusimos de acuerdo. Entró una llamada para reservar. Solo eran dos. ¿Qué hacemos? ¿Lo damos? Cocina dijo, adelante. No importa que sean dos, quizá el mes que viene sean 20, dijo otra voz. Elaboramos entre todos el menú del brunch, que luego ajustamos con los días, lo subimos a la web. Ion y María siguieron surtiéndome de fotografías para comunicar. Y funcionó. No os voy a engañar, también hubo voces en contra y resistencias, pero conseguimos que no nos quitaran la energía del impulso de la ola. Sabíamos que esto iba a funcionar. ¿Quién no quería venir a un brunch a Deluz? Las ventas de brunch han mejorado un 25% este 2019, no podemos demostrar que sea por el empeño que le pusimos entre todos, pero seguro que algo tuvo que ver.
Noto a la gente más feliz y yo también lo estoy. Siempre hay excepciones, volvemos a lo mismo, pero es que esto es la vida: no todos estamos en el mismo lugar en el mismo momento de nuestras vidas. Algunos arrastran mochilas demasiado pesadas, necesitan ayuda para tirar de ellas. Nuestras personalidades son muy diversas.
En el Deluz y Compañía TEAL podemos proponer sin miedo, podemos opinar sin miedo, respetando a los demás siempre. No es que yo antes personalmente lo tuviera, solo que a veces, cuando intentas cambiar cosas teniendo pruebas de que será para mejor y no te escuchan, simplemente te cansas y dejas de hacerlo. Te vuelves un poco operario de fábrica en cadena de montaje.
Noto a Deluz y Compañía más unida, más grupo, más interconectada. Somos un mejor ejemplo que dar al mundo; antes ya lo éramos por todos nuestros proyectos sociales y por la apuesta que hacemos por los productores locales y la economía circular, pero ahora lo somos aún más porque nos hemos vuelto cuidadores de personas. Incluso con nuestros defectos y nuestras dificultades, el camino es largo, pero ya hemos recorrido un buen tramo. No le temo al futuro (y eso es muy raro de escuchar hoy en día). No sé qué va a pasar, pero duermo muy tranquila porque creo que va a ser algo grande. A Deluz y Compañía le queda mucha mecha. Hasta ahora había crecido con muchas aperturas de restaurantes, y a lo mejor hay quien piensa que es la única forma de crecer como empresa hostelera. Está muy equivocado. Incluso con un solo restaurante puedes hacerte gigante porque tu mundo no acaba en tus trabajadores y tus clientes, alrededor hay todo un enjambre de profesiones y personas que participan directa o indirectamente en tu negocio y a quienes puedes cambiar la vida o ayudar a que cambien la de otros.
Como millennial —ya saben, esa generación de los nacidos entre 1980 y 1995— es en este tipo de organizaciones en las que quiero trabajar. Donde pueda desarrollarme como profesional y como persona, donde pueda opinar y proponer, no solo acatar, donde tenga voz y voto. Donde no me estén todo el día gritando, donde pueda poner en valor mi talento y aprender del talento de los demás. Y, por supuesto, donde tenga unas condiciones laborales dignas. Muy importante.