¿Cómo se siente un CEO después de 15 meses en TEAL? Parte I

«Me siento ligera como cuando caminas por la playa y el viento te empuja, como si andar no fuese un ejercicio solitario de tu cuerpo, como si te empujara una energía cósmica»

Me siento con menos peso. Me decía una amiga que me lo veía menos en el entrecejo y más en todo mi cuerpo. Mirando desde más miradas, desde otros ángulos, abandonando ese entrecejo solitario.

Me siento menos sola. Me siento en grupo. Me siento en un abrazo colectivo de 160. Siento que no quiero volver a esa soledad de trono hierático, que se va enfriando y congelando a medida que suben los grados de la soledad. Siento una armonía al volver al círculo del grupo. No quiero más triángulos. Pienso que he aguantado estos 11 años porque llevaba la empresa con mi hermano, mi madre, con Inma, Fausto, David Zaira, Luis, y muchos otros de la empresa que no cito, y no había llegado a la congelación de la soledad.

Pero estaba a punto de estallar, estaba agotada, no podía más, empezaba a soñar con otras vidas, a pensar que ese no era mi lugar en el mundo, a resignarme por el gris de la vida, por las trampas económicas, a ver la empresa y mi vida en la empresa sin colores. Vuelvo a ver colores en la empresa, los azules brillantes, los verdes de praderas, los fucsias de India. Me veo con colores cambiantes como esos tapices de Marrakesh. Me veo y nos veo con poco gris.

Me siento alegre, con esa alegría de una noche de salsa cubana, pero en mis días sin noches. En mis buenos días al entrar en un restaurante, en mis reuniones grupales, en mis miradas de trabajo.

Llego con alegría después de días de trabajo intenso, cansada, y me queda alegría para estar con mis hijos.

Me siento y me pienso más inteligente. La escucha grupal ha subido mi coeficiente, mi inteligencia. Sí, el grupo ha subido mi nivel.

Siento que tomo mejores decisiones, que la escucha al grupo me lleva a esa intuición de inteligencia colectiva tan sabia y ancestral.

Me siento más lúcida, con esa lucidez de horizontes despejados de días soleados, mar de plata y cielos azules. Con esa lucidez que puede con los nubarrones del mundo.

Me siento usando y desarrollando más esos superpoderes, los míos, los que cada uno tiene, esos que dudaba si tenía, esos que me dice el grupo que tengo. Me siento con más autoestima, con una mirada más de frente. Me siento abandonando miedos contados y no contados, miedos heredados, miedos engendrados en la soledad.

Nos veo con futuro de sostenibilidad económica. Me siento más tranquila. Hemos salido del naufragio. Me siento con esa victoria de partido ganado después de tres sets largos. Con ganas de seguir jugando. Con ganas de contarle al mundo esta victoria grupal de empresa social, de que las organizaciones TEAL no son una frikada, son lo más serio que hay porque la felicidad es lo más serio que tenemos los seres humanos entre manos.

Me siento descansada después de haber salido de esa gran tormenta y volver a navegar por un mar en calma, con solecito de otoño, del que no quema, del que no te quieres ir, ese que da tanto gustito sentir en la cara y en la espalda.

Me siento mejor conmigo misma porque veo que el resto del grupo también mejora y también son un poco más felices y están menos cansados. Me siento con esperanza cuando nos piden seguir en el viaje, cuando algunos cuentan que tienen más energía.

Han desaparecido los colapsos de estrés. Me siento creciendo al ver crecer a cada uno. Me sosiega ver a los otros mejor.

Me siento más colaborativa, participativa, en onda grupal. Me siento más en el grupo.

Me siento más yo, conmigo y con los otros. Más a gusto, sin ganas de huir, de querer estar en otro lugar, en otro barco. Me gusta estar. Me siento más en mi plenitud, en ese lugar en el mundo en el que uno siente que tiene que estar.

Me siento más robusta, más firme, menos endeble, con más fuerza. Siento que me voy inflando de amor y que tengo mucho amor que soplar, y que voy soplando un poco todos los días.

Una mala organización grupal roba tanta energía, te agota tanto, que luego queda menos energía para el sexo y para casi todo.

La mala alimentación también roba energía sexual. Eso en Deluz y Compañía lo sabemos hace mucho, por eso entre otras cosas cuidamos tanto la alimentación.

No nos enseñan a detectar estos robadores de energía, no nos han educado para reconocerles. Esa energía vital, sexual, esa energía tan poderosa, transcendental, necesaria y bonita, que nos da tanto sentido vital, donde te olvidas de todo y encuentras y vives el sentido de vivir.

Nos enseñan a tener cuidado con los que nos roban los móviles, el dinero… cosas materiales. Pero no nos enseñan a escuchar quién o qué nos roba esa energía tan vital, uno de los mayores lujos, ese gran tesoro, ese que hay que conservar siempre.

Menos mal que los millennials ya están conectados con esta escucha de su energía y de quién se la roba y por eso no quieren trabajar en muchas empresas enfermas o tóxicas. Creo que esta generación es más inteligente que las anteriores y miran mucho más a quién entregar su vida, por eso las organizaciones que quieran retenerlos tienen que entender esta gran verdad que aportan al mundo y que nos hará avanzar a un mundo más sostenible. Tienen que dejar de quejarse de ellos, tienen que entender este tema profundo de la energía y cambiar.

Creo que en las organizaciones TEAL, el grupo no te roba esa energía, te aporta más, por eso tienes más energía para tu familia, para los placeres de la vida. Otras empresas tóxicas, donde se respira mal ambiente, te quitan la energía. Cuando trabajaba de abogada tenía muchas clientas que eran prostitutas de lujo. Alguna me contaba que tenía clientes hombres de mucho poder adquisitivo, directivos de empresas a los que lo único que les ponía era el sadomasoquismo. Querían que les pegasen y ser humillados, no querían más. Ese maltrato era lo que les excitaba y les volvía locos. Volvían y volvían, pagando cantidades exorbitantes de dinero para ser pegados. Me decía una amiga el otro día que de alguna manera todo el mundo busca el equilibrio, y que era una manera de equilibrar . Directivos que tratan mal, que les obligan a tomar decisiones a corto plazo basadas exclusivamente en la rentabilidad a corto plazo, que van poco a poco vendiendo su alma al diablo a lo Dorian Grey, que humillan, y acaban conectando sólo con el placer de este tipo de sexo. En el mundo hay un problema de impotencia, de inapetencia, y yo me pregunto, ¿cuánto es causado por vivir en grupos poco sanos, en empresas tóxicas, enfermas?

En este año de viaje TEAL me siento con más energía, vital y sexual, en el sentido de esa energía vital profunda que emana de nuestro ser. Me siento con más ilusión y vuelvo a soñar con nuestro futuro TEAL, y disfrutando a diario de la navegación, aunque todavía haya días revueltos. Pero aún así no quieres dejar de navegar, porque el objetivo es llegar a puerto.